La fe es la luz que nos
mantiene firmes y nos ayuda a superar todas nuestras adversidades, obstáculos y
situaciones confusas y de desánimo. La fe es la que nos soporta ante las
tribulaciones y desesperanzas y nos da todo lo contrario, la esperanza de
seguir y creer en la Palabra de Jesús.
Pero, la fe necesita obras al
igual que la lámpara necesita aceite. Sólo con la alcuza bien llena podemos
garantizar que la lámpara permanezca encendida. De la misma forma, la fe se
mantendrá viva y ardiente si está animada por las obras. De lo contrario se irá
apagando.
Por lo tanto, estar preparado
para cuando llegue la hora de nuestra partida consiste en tener, no sólo
nuestra fe encendida, sino bien surtida de las obras que la sostienen iluminada,
viva, ardiente y activa para gloria de Dios.
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