Todos hemos experimentados
que alardear de nuestras cualidades no resulta agradable ni es bien acogido por
los demás. Enaltecernos no cae bien y la realidad es que todos lo sabemos y, a
pesar de que nos gusta, evitamos decirlo, al menos directamente.
Eso sí, nos gusta que nos lo
digan y que nos tengan como el centro de la atención de los demás. Nos gusta
que nos exalten nuestras cualidades y que hablen bien de nosotros. En una
palabra, nos gusta echárnosla. Sin embargo, no nos parece bien actuar así.
Todos entendemos que es mejor
actitud y cae muy bien presentarnos con humildad y no presumir de lo que somos
o tenemos. Sabemos por experiencia que esa postura sienta mejor y que al final
mostrándonos humildes conseguimos mejores resultados y seremos enaltecidos. Por
lo tanto, la misma experiencia nos invita a ser humildes.
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