En el Evangelio de hoy, Jesús es avisado que Herodes quiere
matarle, pero ante tal amenaza Jesús tiene muy clara su misión y su subida a
Jerusalén. Nada le detiene, pues ha venido, por voluntad propia, enviado por el
Padre para llegar hasta la Cruz.
También, a nosotros se nos plantea la misma situación. Igual
no es tan cruenta o amenazante, pero si es una lucha constante contra nosotros
mismos y contra nuestra naturaleza humana herida por el pecado. Necesitamos
salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades y seguridades para liberarnos
de la esclavitud del pecado.
Y esa actitud necesita firmeza y tener el objetivo clara.
Jesús lo tiene y sabe que su camino es llegar a Jerusalén, porque es allí donde
va a entregar su Vida por y para remisión de todos nuestros pecados. Y nada ni
nadie lo va a parar, incluso el peligro y la amenaza de muerte que le anuncian
por parte del rey Herodes.
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