Nuestra vida puede tomar un
rumbo determinado en cualquier momento, pero el camino verdadero es aquel que
conduce al Señor. Cualquier otro camino es equivocado porque no conduce a la
Vida Eterna.
Sólo por el camino de la
oración y la cercanía con Dios podemos encontrar la paz y la Misericordia que
nos da Dios, y en ella, la Vida Eterna. Y esa vida de oración y de encuentro
con el Dios hecho hombre encontramos también el gozo de derramar la Gracia
recibida en los demás.
Igual que Ana, la profetisa,
también nosotros cuando estamos llenos de Dios le anunciamos y le proclamamos
con nuestras vidas. Eso se nota y se transparenta en nuestras relación con los
demás, porque el gozo del encuentro con el Niño Dios no lo podemos guardar en
nuestros corazones para nosotros solos.
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