También nos llega a nosotros nuestro momento. Nuestro camino
de conversión llega a un momento donde el fruto de esa conversión tiene que
verse. Quizás, si no se ve es porque esa conversión está en punto muerto y no
crece. Por eso, llega la hora de responder o de quedarnos en el camino.
Y esa debe ser nuestra preocupación y nuestra pregunta de
cada día. ¿Estoy haciendo lo que realmente Dios me pide? ¿Estoy en actitud de
crecimiento y de compromiso para abrirme a la acción del Espíritu Santo? ¿Soy
consciente de que Dios está presente en mi vida y me ayuda?
Esa debe ser mi confianza, abandonarme en el Señor sabiendo
que Él está pendiente de mí y quiere mi bien. Para eso me ha creado y, para
eso, se ha encarnado en naturaleza humana abajándose de su rango sin perderlo
para, estando y caminando a mi lado, guiarme hacia la Casa del Padre.
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