La paz del mundo es una paz efímera, inestable y muy
frágil. Está mediatizada por muchos factores que, siempre, la extinguen y la
rompen. La enfermedad, la envidia, el orgullo, la suficiencia, el deseo de
poder, riqueza…etc., son factores que no dejan que la paz permanezca en este
mundo.
Y, por encima de todo esto, la Paz que ofrece Jesús,
el Señor, es diferente a la del mundo. Porque, la Paz de Jesús es una Paz
presente, que llena todo nuestro corazón para superar todo contratiempo,
envidia, orgullo y pecados. Es una paz de saberse salvado a pesar de las
dificultades y peligros.
Es una paz que, tras la cruz, nos llena de esperanza y
de alegría al saber que superado esos momentos de dificultades y sufrimientos
llegará irremediablemente la Paz del Señor, porque, Él ha Resucitado y ha
vencido al pecado, verdadera causa que destruye la paz.
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