No se cansa el Señor de nuestra esterilidad y obediencia y, día tras día, a pesar de que nuestros frutos son frutos de pecado, el Señor permite que su Gracia llegue a nosotros y, con infinta paciencia nos ofrece y regala, sin condiciones, la oportunidad de que le demos nuestros corazones.
Es verdad que por muchos frutos que demos nunca tendremos méritos para merecer ni pagar la Gracia y el Amor que Dios nuestro Padre nos regala. Todo es Gracia gratuita de su Amor.
Por todo ello, solo se me ocurre postrarme ante el Señor y repetir constantemente, gracias Señor por tanto Amor impagable con mis frutos. Amén.
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