La dificultad y dureza de ser cristiano empieza cuando descubres que seguir a Jesús no es un camino de cumplimientos y disciplina sino un camino de amor donde la mayor expresión de amor a Dios es el amor al prójimo. Ese prójimo que parece ser más tu enemigo que amigo.
Porque, el amor a Dios se simboliza en una moneda que lleva por una cara la propuesta del amor a Dios y por la otra el amor al prójimo. Es decir, que no puedes cumplir una sin la otra, porque si buscas amar a Dios y no al prójimo la moneda queda incompleta. Y viceversa.
Y, poco a poco, te empiezas a dar cuenta que el amor te va a exigir a salir de ti para darte al otro. Porque, no podrás amar quedándote en ti mismo y sirviéndote a ti mismo. Necesitas renunciar a ese hombre viejo y egoísta para nacer a un hombre nuevo y generoso según la Voluntad de Dios.
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