jueves, 1 de abril de 2021

 

Podríamos imaginar una redención sin muerte. Creo que no nos sería posible. Para vivir hay que morir. La muerte es el paso a la Vida Eterna. Y, se supone, la muerte implica dejarlo todo y liberarte de la esclavitud de este mundo donde aparentemente lo material parece lo importante.

El grano de trigo si no muere no da fruto. De la misma manera, mi vida si se guarda, si se cuida y busca el éxito de este mundo, queda infértil y, por supuesto, no da fruto. Por el contrario, si se da, se olvida de sí mismo y llega al extremo de morir por amor, da fruto.

Ese ha sido el estilo de Jesús. Su vida transparenta ese amor incondicional que se nos da hasta el extremo de dar su Vida por cada uno de nosotros. Ahora, ¿lo entendemos? ¿Somos capaces de abrir nuestros oídos y de escucharle? ¿Nos damos cuenta de que nuestra felicidad no está en este mundo sino en el que nos propone Jesús?

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