Una semilla plantada crece sin que nos demos cuenta ni hagamos nada. Ella, por sí sola crece y se desarrolla hasta dar frutos. También, la más pequeñas de las semillas, una vez sembradas, crece y llega a alcanzar gran tamaño que las aves del cielo hacen sus nidos en sus ramas.
Jesús nos expone estas comparaciones – parábolas – para decirnos que el Reino de los cielos se parece a estos ejemplos. El amor, mandato único y necesario, se esconde en las cosas pequeñas y, aparente, más insignificantes. El día a día nos da la oportunidad de amar a cada instante.
Y se ama cuando se busca el bien del otro apoyado en la verdad y la justicia; apoyado en el desinterés y la gratuidad. Y en las cosas más cercanas, más sencillas y más pequeñas. Porque, el sumo y gran bien es una suma de pequeños bienes que en una actitud de amor y misericordia nos esforzamos en vivir cada día
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