En muchos momentos de nuestra vida celebramos con gran alegría acontecimientos de los que no somos directos beneficiarios, sino simples aficionados o simpatizantes. Sin embargo, en el acontecimiento supremo del Amor de Dios que nos salva sí somos directos beneficiarios.
Y si cuando, no siendo beneficiarios sino aficionados, contagiamos con nuestro júbilo y alegría, es contradictorio que no ocurra esa alegría desbordante cuando celebramos el máximo acontecimiento del Amor de Dios que nos salva y nos da su misma Vida Eterna.
¿Hay acaso mayor acontecimiento que la Eucaristía, donde Jesús se nos da enteramente bajo las especies de pan y vino y nos fortalece espiritualmente dándonos su Espíritu y salvándonos? Posiblemente, no llegamos a comprender lo que realmente celebramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.