Te has quedado, Señor, porque sabes cómo y quién soy. Y que, por mis fuerzas, no podré seguir ese camino de amor que Tú me propones. Soy débil y necesito tus Fuerzas y tu Gracia. ¿Cómo conseguirlas?
Hoy me lo revelas en el Evangelio: Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.
Quiero caminar, Señor, alimentado de tu Cuerpo y Sangre, para no desfallecer, para sostenerme firme, apoyado en Ti y ser esa Roca que Tú quieres que sea superando todos esas dificultades y peligros que la vida me presentará, como pruebas de mi fe, en mi camino hacia Ti. Amén.
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