No se trata de quedarnos anclados en nuestra etapa de niño, sino de evitar que nuestros corazones se endurezcan en la medida que crecemos y nos hacemos mayores. Ser como niños se trata de guardar nuestros corazones puros, limpios y transparentes.
Capaces de abrirse a la Buena Noticia de salvación que Jesús, nuestro Señor, nos propone. Una Buena Noticia que nos habla del amor de unos para con los otros. Un amor que se traduce en verdad y justicia. Un amor fraterno donde el bien del que está a nuestro lado nos importa.
Por todo ello, asemejarnos a ser como niños va más en sentido interno respecto a nuestro corazón que al aspecto físico y real. Se trata de creer en la Palabra de nuestro Padre Dios tal y como creemos. Cuando somos niños, en las palabras de nuestros padres de aquí abajo.
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