La pregunta, que suscita esta presentación que hace Jesús en su propio pueblo, nos interpela y nos cuestiona. ¿Aceptamos nosotros al Señor como el Mesías enviado por Dios, o también le rechazamos como otros muchos?
No se trata de discutir tal propuesta, ni de justificarnos, sino de simplemente creer y fiarse de su Palabra. Escucha y busca interiormente si tu corazón se abre a esa realidad que realmente coincide con lo que tú deseas. Es verdad que hay dificultades nacidas desde ti mismo.
Experimentas egoísmo, deseos de satisfacciones y concupiscencias, pero, también, que eso al final te deja igual y experimentas que vuelves a lo mismo. Vuelves a estar como antes y experimentas cierta esclavitud que, más que te libera te esclaviza, valga la redundancia.
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