Hay
momentos, en la ausencia del Novio – el Señor – que vengan tiempos de
oscuridad, de confusión, de debilidad y tentaciones que invitan a la duda, al
abandono y a la flaqueza de ceder a la tentación. Conviene entonces ayunar.
Pero,
un ayuno apoyado en el amor, en el compartir, en permanecer unidos, fraternos y
solidarios unos con otros. Sobre todo, con los más necesitados, pobres y
marginados. El excluido es el objeto de nuestro ayuno, porque esa es la
Voluntad de Dios.
Porque, no se trata de privaciones, sacrificios y mortificaciones. Se trata de amar, amar al que más lo necesita, tanto materialmente como espiritualmente. A eso ha venido el Señor, a dar vida y esperanza de vida eterna al hombre necesitado de salvación.
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