Sería
contradictorio que el mismo demonio se eche a sí mismo. No se entendería esa
acción. El fuerte y poderoso vence y somete al pobre y débil. Siempre el
pequeño lleva la de perder. Por esa razón natural y lógica, nosotros, pequeños
y débiles necesitamos estar unidos al Fuerte para vencer al demonio.
Esa
es la razón, estar unidos al Señor – el más Poderoso – nos garantiza la
victoria sobre el demonio. Necesitamos, pues, la presencia del Espíritu de Dios
en nuestro camino y permanecer a Él unido en cada instante. El Maligno nos
acecha y en la debilidad nos ataca.
Luego, mucho cuidado debemos tener con el demonio que nos amenaza con sus seducciones y tentaciones. Es poderoso y puede con nosotros. Cuidado con creernos que con nuestras fuerzas podemos vencerle. Caeremos en sus manos. Unidos al Señor estaremos seguros.
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