La fama de Jesús llega a ser grande, se ha extendido
por toda la región. Sus obras sorprenden y no dejan lugar a dudas. Es
indudable, es el Mesías esperado y enviado por el Padre. Sin embargo, nos es
aceptado ni tienen en cuenta sus obras.
Es evidente que están ciegos y llenos de ira. No les
cabe en la cabeza que, asumió la Naturaleza humana, se igualó al hombre tomando
la condición de esclavo, siendo Dios, para amarle y servirle.
Mientras, los sumos sacerdotes y fariseos esperan a un dios fuerte y poderoso. Un dios fabricado por ellos en sus endurecidos corazones. Un dios grande y capaz de echar a los invasores de sus tierras. Un dios que no les encaja con Jesús, el único y verdadero Dios.
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