Nos jugamos la
vida en esa aceptación o rechazo de su Palabra. Jesús vino y como prueba de su
amor verdadero y misericordioso entregó su Vida por la nuestra para rescatarnos.
Será nuestra la responsabilidad de querer salvarnos eternamente.
Caer en la cuenta
de que somos verdaderos hijos de Dios es algo grandioso, y da sentido a toda tu
vida. Cuando descubres que Dios es tu Padre, todo se ve de otra forma. Te
llenas de alegría y esperanza saber que tu Padre te espera con los brazos
abiertos de misericordia. Amén.
Porque no es
cuestión de cumplimientos ni de prácticas. Se trata de reconocer a Dios como
verdadero Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un Dios bueno y Padre. Nos lo ha
enseñado así Jesús adoctrinándonos a rezar de esta manera: Padrenuestro… Porque
un padre siempre será aquel que nos quiere y busca siempre nuestro bien. ¿Cómo
será entonces nuestro Padre Dios?
Reconocido Dios como Padre, todo lo demás vendrá por añadidura. Aceptaremos la Viña – nuestro particular mundo – y lo trabajaremos según Él nos lo ha dado y para qué nos lo ha dado. Y le ofreceremos esos frutos que, con su auxilio y asistencia, hemos logrado cosechar. Pues todo es y nos viene de Él.
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