Si rezas, y lo
haces con frecuencia y sentido, habrás advertido que cada vez que dices el
Padrenuestro, hablas de perdonar de la misma manera que Dios, tu Padre, te perdona
a ti. Serás un mentiroso, si lo dices y no intentas, al menos, hacerlo con los
que te ofenden.
Sé, Señor que
estás ahí, a mi lado y pendiente de mí. ¿Cómo, si no, puedo vivir y sostenerme
en este mundo? Por eso, Señor, consciente de tu presencia y de tu Amor
Misericordioso, te pido que me toques en esos momentos de debilidad y
derrumbamiento.
Si tenemos la oportunidad de salvarnos, nunca será por nuestros méritos ni por nuestras obras. Siempre será por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. Porque, por mucho que hagamos siempre estaremos inmersos en el error, en la debilidad, en la tentación, en la caída y, por supuesto, en el pecado. Y, siempre nos salvará la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios.
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