Señor, ven a mi
corazón y hazlo más solidario, más generoso hasta el extremo de que olvidándose
de sí mismo piense más en los necesitados de pan, de verdad, de justicia, de
paz, de amor y misericordia.
¿Qué sería de mí
si Tú, Señor, no te hubieses hecho presente en mi vida? ¿A dónde iría? ¿Dónde
pondría mi esperanza? Gracias, Señor, porque cada día renace en mí una nueva
esperanza al tomar conciencia de que Tú estás presente en mi vida y a mi lado.
Porque, sólo,
Señor, nacerás en mí si realmente la semilla de tu Palabra hunde sus raíces en
lo más profundo de mi corazón y, en consecuencia, da frutos. Frutos de
verdadero amor y misericordia. Frutos que lleven ternura, compasión, verdad,
justicia, comprensión y compartan lo que tienen y pueden con las necesidades de
aquellos que carecen de lo más necesario para vivir.
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