La Ley nunca puede
ir contra el bien del hombre. Eso es de sentido común, pero, el pecado ciega al
hombre y lo induce a cometer tropelías e ilegalidades que atentan contra el
bien del hombre. Es en ese momento cuando la Ley deja de ser Ley y se convierte
en injusticia.
Señor, el miedo a
confesar mis debilidades me lleva esconderme tras las apariencias, y a no
mostrarme tal como soy. Dame la fortaleza, sabiduría y paz para mostrarme tal
cual soy, como mis defectos y debilidades. Tal como Tú, mi Señor me has creado,
y así dejarme perfeccionar por Ti.
Y todo eso desemboca en una oposición que trata de derrumbar el derecho del hombre al bien, y, en su lugar, dictar leyes que atentan contra el bien común, el derecho a la vida y a la libertad. Así nacen, inducidos por el egoísmo, el odio, la venganza, el afán de poder y riqueza, las oligarquías que imponen sus leyes y oprimen el bien del hombre.
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