Nunca esperes que la fe te
entre sin tu abrirle la puerta. Quizás la tengas a la puerta de tu corazón,
pero tendrás tú que abrirle, e invitarla a entrar. Porque, la fe es un don de
Dios, pero hay que pedirla, buscarla y llamarla para que toque nuestro corazón.
Pienso, sin miedo a
equivocarme, que todos queremos resucitar. Y digo esto, porque sabemos que en
esta vida morimos. Pidamos tener esa fe como Marta, creer en Jesús, Señor de la
vida y la muerte, y en su Palabra de Vida Eterna.
Es posible, puede darse el
caso, que tengas el tesoro delante de tus propias narices, pero, igual, no lo
adviertes o no lo valoras. A veces sentimos una inquietud difícil de explicar.
No es tristeza ni vacío… sino un deseo de ir más allá, de buscar algo que dé
sentido a todo. ¿Será Dios llamándonos desde dentro? Quizás necesites silencio
y escucha, y eso puede ser también un gran tesoro a encontrar.
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