Seguir a
Jesús lleva consigo cargar con tu cruz. Y no está lejos, está en el camino de
tu vida. Tu soberbia, tu envida, tu avaricia… cada herida personal y cada
fragilidad. Cárgalos contigo, pero ábrete al Amor Misericordioso de Jesús.
Sí, cuando
las cosas se me tuercen; cuando la vida parece que se nubla; cuando mis
esperanzas pierden el horizonte, y todo parece derrumbarse. Tú, mi Señor,
apareces y con tu presencia levantas mi vida y mi esperanza.
Pronto, descubrirás que solo no puedes. Pero al lado de Jesús, tu carga y tu yugo se vuelven ligeros. Esa es la experiencia de todos los que han decidido seguirle.
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