Detrás de cada ley hay siempre una interpretación. La
letra puede ser estricta, pero no alcanza la profundidad del corazón humano. Es
ahí donde se mide su verdad.
Sé, Señor, que me amas. Lo sé porque intuyo tus
acciones y tu Misericordia. Señor, me atrevo a decirte que guíes mis pasos. No
me sueltes, aunque yo, ignorantemente, quiera irme de tu lado. 
Puedes decir que amas, pero tu corazón revela si es cierto. Si tu palabra y tu interior no coinciden, mientes. Así también pasa con la ley: su autenticidad está en el amor, no solo en la norma. ¿Vives la ley como carga… o como camino de libertad y amor?
 
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