El ayuno,
en sentido amplio, como disciplina de exigencia, de sobriedad y de equilibrio,
es aconsejable en esos momentos donde el vicio, la comodidad o el desenfreno
nos tientan.
Sé, Señor,
aunque sigo sin comprenderlo, que te importo, hasta el extremo que has dado tu
Vida por la mía, que dicho sea de paso, no vale nada. Y, aunque sé que no lo
merezco, yo quiero responderte y seguirte.
Las personas de fe tenemos dificultad para cambiar, fácilmente nos anquilosamos y aferramos a formas anticuadas. Es entonces cuando hay que salir, renovarnos y dar el salto a lo nuevo.
 
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