Se hace el silencio, se cierra la boca y la lengua duerme, pero despierta la mente, y piensa. Es la noche el momento preferido por el pensamiento, y sale serenamente a dar su paseo. Pronto toma conciencia que sólo no puede pensar, pues se pierde en la oscuridad de la misma noche y no encuentra el camino. Teme perderse.
Es entonces cuando descubre que no va solo y su corazón se llena de gozo y esperanza. La calma vuelve a inundarlo y se rodea de paz y serenidad. Ha aprendido una lección.
Cuando trato de ser yo mismo sin contar con los demás, descubro que mente se nubla y pierde el rumbo de su camino, más cuando me abandono en Ti, Señor, la luz renace de nuevo en mi vida y sé por donde camino.
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