En la medida que crecemos, nos proponemos nuevas metas e ideales. Nuestra carrera está llena de ideales que van creciendo junto y a la par que crecemos nosotros. Cada ideal nos llena pero nunca plenamente, pronto saltamos en busca de otro. Y cuando despertamos y nos paramos, experimentamos que siempre estamos saltando de una meta a otra.
Entonces descubrimos que la vida nos lleva saltando de aquí para allá, y nunca encontramos lo que buscamos. De repente, se nos presentan dos caminos: uno, resignarnos y seguir el curso del río; otro, pararnos, reflexionar y buscar el camino verdadero, aquel que responda a lo que sentimos en lo más profundo de nuestro corazón: encontrar la paz y la felicidad eterna.
Descubrimos entonces que sólo en Dios se encuentra la meta de nuestras máximas aspiraciones. Es pues tiempo y hora de caminar en ese sentido y no perder más tiempo.
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