No es bueno hacer las cosas por interés, por lucimiento o porque te valoren y estimen. Las cosas deben hacerse por amor sin importar el interés, el lucimiento y la estima. Todo sería mejor así, porque reinaría la justicia, la verdad y la solidaridad.
Porque cuando se interpone el interés, el lucimiento o la estima e importancia nace la competencia y de ella brotan los enfrentamientos, las envidias, la rivalidad que encienden el odio y la venganza. Entonces aparece la injusticia, la mentira y la insolidaridad.
Será siempre mejor amar sin esperar nada a cambio, dándose en gratuidad y sin condiciones.
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