No cabe ninguna duda que la familia vincula. Padres e hijos, hermanos y primos, sobrinos y nietos... todos quedan hermanados y vinculados. Y en ese vínculo nace la relación y el amor. Sobre todo si se respetan, si buscan el bien común y viven en la justicia y el amor.
Todo lo que se salga de ahí rompe la buena armonía y desune. A pesar de estar vinculados familiarmente pueden llegar a estar separados hasta el extremo de odiarse. Y es que lo que une es hacer la voluntad de ese vínculo familiar que les exige estar unidos por el amor.
Hoy Jesús nos descubre y nos revela que sólo son su madre y sus hermanos aquellos que escuchan la Palabra de su Padre Dios y la ponen en práctica. ¿Somos nosotros hermanos y familia de Jesús?
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