No hay camino sin obstáculos, ni navegación sin tempestad. Los caminantes y los marineros saben mucho de eso, y sostienen su vida en una constante plegaria de auxilio y socorro. En el Evangelio de mañana, Jesús nos anima a que no tengamos miedo: ¡No tengan miedo!, y nos ofrece su Mano salvadora.
Muchos peregrinos, caminantes y navegantes, de la mano de María, la Madre de Dios, han desgarrado de sus gargantas ese grito esperanzado: "Señor, sálvanos", y seguro, como el buen ladrón u otros hijos de Dios, han recibido la Mano tendida de Dios que los salvas.
Tengamos esperanza y, junto a san Juan Pablo II, que nos alentó a vivir confiados en el Señor, vivamos la experiencia de sentirnos protegidos y de no tener miedo.
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