Sucede que nos descubrimos sometidos a la ley y percibimos que es la ley la que manda en nuestras vidas. Hasta tal punto que ponemos la ley antes que a las personas. Así, el hombre tenía que observar la ley antes que sus propias necesidades y configuraba su vida según la ley.
De modo que los presupuestos se hacen según convengan los intereses y no en cuanto al bien común de las personas. Se antepone a la salud otros intereses y gastos de los que podemos prescindir. La educación y la nutrición, incluso los amores que no se pueden perder, se dejan a la deriva.
Así experimentamos como las familias sufren las consecuencias y los pueblos pierden su destino. Se confunden sentimientos y valores, y se rompen compromisos.
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