Puedes hacer muchas cosas, a veces contra corriente y sentimientos, pero nada importa porque sólo vale aquello que sale intencionado desde lo más profundo de tu corazón. Es la intención y la actitud lo que da valor a tus actos. No importa lo demás.
Porque somos seres responsables y racionales, y sólo aquello que es pensado y razonado y ejecutado de forma responsable es valorado como acto propio. De modo que es el corazón el epicentro donde se cuecen sentimientos y responsabilidades y se deciden su ejecución.
Sin embargo, ocurre que a veces los actos del corazón salen impulsados sin el debido razonamiento ni la obligada reflexión. Son impulsos reflejos que traen malas consecuencias.
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