Nos sentimos a gusto en la medida que satisfacemos nuestros
egoísmos, pero al final vamos descubriendo que la verdadera y plena felicidad
no se encuentra en satisfacernos, sino en darnos plenamente a los demás.
En ese renunciar a ti y ofrecerte al otro descubres y
encuentras el gozo de vivir. Pero también experimentas que esa vida se prolonga
más allá y salta, por la Gracia de Dios, hasta la vida eterna.
Sin embargo, experimentas que no es fácil. Te descubres
sometido a tus egoísmos e impotente una y otra vez. Necesitas la ayuda y la
Gracia del Espíritu Santo para lograrlo.
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