Todas tus buenas obras pueden estar impulsadas por el deseo
de lucirte y de recibir aplausos. Si eso es así, tu recompensa ya la has
recibido. En cambio, si tu buen hacer está impulsado por el amor y lo haces de
forma gratuita y desinteresada, tendrás tu recompensa eterna.
Porque el Señor aplaudirá tu buena actitud e intención y te
recompensará con la vida eterna vivida en plenitud y gozo.
Y es que el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
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