Ocurre que nos gustaría que nos perdonasen nuestros errores
y pecados. Sin embargo, cuando se trata de dar nuestro perdón, parece que nos
cuesta más. Al menos miramos las cosas con lupa.
A lo nuestro le damos más valor que a las cosas ajenas, y en
consecuencia exigimos más redención que cuando se trata de la nuestra propia.
Está claro que perdonar nos cuesta más que ser perdonados.
Y la cuestión consiste en que seremos perdonados en la
medida que perdonemos. Esa es la puerta para recibir la Misericordia de nuestro
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.