miércoles, 27 de mayo de 2015




Desde que tenemos uso de razón sabemos que igual que hemos nacido también moriremos. Es ley de vida, decimos, pero no por eso vivimos tristes.

Somos conscientes de lo que nos va a ocurrir. No sabemos cuándo, dónde ni cómo, pero sí  que ocurrirá. Y no por eso vivimos preocupados ni tampoco atemorizados.

Sin embargo, es verdad que, cuando nos atrevemos a reflexionar, advertimos que somos bastante ligeros e irresponsables, pues a fin de cuenta nos jugamos la vida eterna.

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