lunes, 6 de julio de 2015



Nos cuesta recibir lo que nos viene de casa, porque no valoramos lo que tenemos. Damos mejor precio a lo desconocido y a los de afuera. Nos cuesta menos abrirnos.

De cualquier forma toda palabra que nos exige la verdad nos compromete, y eso nos inclina a cerrarnos. Pronto salen a relucir nuestros mecanismos de defensa. Nos cuesta humillarnos, es decir, llenarnos de humildad.

Y le rechazamos descubriendo su proximidad a la nuestra y el conocimiento que tenemos de él. ¿Qué nos va a decir este al que conocemos?

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