sábado, 15 de agosto de 2015




Sería normal que el Señor se valiera de los más importantes y poderosos de la tierra para emprender su Misión apostólica de salvación. Es lo lógico desde los criterios humanos.

Pero eso escondería el poder de Dios y daría mérito al poder del hombre. Resultaría normal y hasta natural que así fuera. Pero ocurre todo lo contrario. Dios escoge lo sencillo, lo más pequeño o desechable según el poder  terrenal para dar respuesta a su Obra y Misión.


Y con ello descubre su Poder y su Gloria, porque, de lo humano, de lo que el hombre cree imposible que se pueda hacer algo grandioso, Dios hace el milagro de su Obra de salvación.

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