Sería normal que el Señor se valiera de los más importantes
y poderosos de la tierra para emprender su Misión apostólica de salvación. Es
lo lógico desde los criterios humanos.
Pero eso escondería el poder de Dios y daría mérito al poder
del hombre. Resultaría normal y hasta natural que así fuera. Pero ocurre todo
lo contrario. Dios escoge lo sencillo, lo más pequeño o desechable según el
poder terrenal para dar respuesta a su
Obra y Misión.
Y con ello descubre su Poder y su Gloria, porque, de lo
humano, de lo que el hombre cree imposible que se pueda hacer algo grandioso,
Dios hace el milagro de su Obra de salvación.
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