Las preocupaciones de la vida no nos
distraen de lo que verdaderamente necesitamos para vivir. Y a veces nos pasamos
en el disfrute llegando incluso a perder los estribos.
Deseando divertirnos y pasarlo bien,
provocamos lo contrario, y desembocamos en un vacío existencial que nos deja
insatisfechos e inquietos. Desprevenidos podemos perder el norte de nuestro
verdadero camino.
Por todo ello, necesitamos estar vigilantes, llenos de
esperanza. Pero nunca una esperanza apoyada en nosotros mismos, porque todo se
derrumba, sino una vigilancia apoyada en el Creador y en espera activa de su
venida, para recibir su salvación
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