La mayor parte de nuestra vida la pasamos vigilando. La prueba es que casi todos llevamos reloj, signo de que medimos el tiempo y contamos las horas. Pero ocurre que, quizás, nos cansamos, o nos aburrimos de esperar, y abandonamos la espera.
Ahí está el peligro de quienes han puesto su esperanza en el Señor, no dormirse ni desesperar. Sostenerse pacientemente es espera confiada y vigilante.
Pero nunca apoyado en tu propia fortaleza. Se necesita confianza y paciencia, y eso lo encontramos en el Señor. En Él está puesta toda nuestra esperanza y a Él le esperamos pacientemente confiados.
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