En nuestras vidas, también
todos tenemos algo que hacer. Posiblemente nos ocurra que no escuchamos al
Espíritu Santo, y hasta nos parezca infantil y perder el tiempo hacerlo.
Dirigimos nuestra propia vida según nuestros intereses y apetencias.
También descubrimos que, al
final, la vida que hemos elegido seguir queda
vacía y sin contenido ni sentido. Sin una esperanza eterna que todos
sentimos y experimentamos en nuestros corazones, la vida se va apagando
rutinariamente y sin sentido.
Pero, quizás sea tarde para muchos, y no tenga la
fuerza de levantarse y humillarse, para elevar su espíritu y abrir sus
corazones a la esperanza y eternidad. No olvidemos nunca que nuestro Padre Dios
es Infinitamente Misericordioso, y ha venido precisamente a perdonarnos.
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