Los seres vivos no temen a la muerte, a excepción del hombre.
Los animales viven al límite que sus posibilidades, según sus instintos, les
impulsan, sin plantearse ningún problema sobre su muerte.
Sin embargo, el hombre teme por su vida, y le asusta
perderla. Necesita descubrir a su Salvador, porque en lo más profundo de su
corazón experimenta la esperanza de salvarse. Y para eso, la Palabra se ha
encarnado tomando naturaleza humana, para acompañarnos a recorrer un camino de
salvación.
La Palabra es Dios. Ese Dios que nos ha creado, y tomando
Naturaleza Humana ha entregado su Vida para rescatarnos del pecado que nos
amenaza. Ha nacido y vive entre nosotros.
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