Porque no queremos morir. Sentimos en
nuestro interior un deseo de eternidad y de felicidad. Luego, ¿por qué no
reaccionamos, al menos, cuando nos vemos cerca? Se supone porque no creemos que
Jesús, el Hijo de Dios, pueda darnos lo que nos promete.
Posiblemente sea esa la explicación,
pero me temo que ni nosotros mismos sabemos cuál es. Estamos ciegos y vivimos
en las tinieblas. Y rechazamos la Palabra de Dios. De momento, mientras podamos
superar la materialidad de nuestra vida, nos sentimos bien.
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