martes, 16 de febrero de 2016




Es verdad y necesario que, en algunas ocasiones, conviene, por delicadeza y comprensión, presentar la verdad de forma suave y no tan directa, y con tiempo para ser digerida, ante la dureza y fuerza de mensaje. Pero nunca ocultándola, sino desvelándola.

A veces la adornamos demasiados que resulta más una adulación que una necesidad o realidad que tenemos, y con tanto palabrerío la escondemos que no llegamos a transmitirla. Mejor llamar al pan, pan y al vino, vino.

Jesús nos advierte de tantas reminiscencias y rebuscamientos que no sirven de nada, ni tampoco mejoran nuestra oración con el Señor. Tenemos la oración del Padre nuestro, que Jesús nos da, nos la enseña y en la que se contiene todo lo que necesitamos.

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