No podemos decir que no haya
que prepararlo, pero Jesús nos advierte que no nos preocupemos mucho de ello,
porque será el Espíritu Santo quien podrá las palabras que tengamos que decir
en nuestros labios y dirigirá nuestra proclamación.
Creo que, por nuestra parte,
lo que tenemos que hacer es depositar nuestra confianza en Él y abrirnos a su
acción. Y, tratando de vivir en El, dar testimonio de ese esfuerzo que
realizamos y como, por su Gracia, nuestro corazón va cambiando de viejo a
nuevo.
Y como el gozo y la alegría llenan nuestra vida de paz
y de esperanza. Porque ese es el mensaje que Jesús nos manda a predicar,
bautizando a todos aquellos que creen y se abren a la acción del Espíritu. Nada
se podrá hacer en y con aquellos que cierran sus corazones.
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