Cuando no sigues lo que te dicta o señala tu conciencia, no
te sientes a gusto. Sabes que no has elegido bien y, lo peor, es tratar de
autoengañarte. Y lo haces cuando distorsionas la realidad y tratas de
justificar tu actuación. Entonces te estás traicionando, es decir, haces lo que
no quieres hacer.
Es todo lo contrario con lo que nos cuenta hoy el Evangelio
de Jesús. Se va de la vigilancia de sus padres para ir al templo, donde habla,
pregunta y responde a aquellos maestros que se quedan estupefactos por su
inteligencia y sus respuestas. Jesús sabía lo que tenía que hacer y lo cumplía
según la Voluntad de su Padre.
Y sus padres, que
poco entendían, le busca y se sorprenden, pero, sobre todo su Madre, acepta su
respuesta y guarda todo en silencio en su corazón, pues sabe que su Hijo es el
Mesías enviado para salvar al mundo.
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