lunes, 6 de junio de 2016


No será nada fácil emprender el camino de la felicidad. Sabemos que todos lo deseamos, y también que todos lo buscamos, pero experimentamos que es ardua y difícil encontrarla. Al menos la experiencia nos dice eso. Y si tan costosa se hace encontrarla será porque su valor es grande.

Algo de tan grande valor debe exigir esfuerzos proporcionados a su valor. Y si queremos una felicidad que dure siempre, se supone que exigirá grandes renuncias y sacrificios. Y eso, quizás, aunque todos la buscan, no todos podrán descubrirla, porque sólo estará al alcance de los que estén dispuestos a la renuncia. 

Jesús nos propone hoy un camino de felicidad. Un camino seguro, pero que exige y pasa por desapegos y desprendimientos. Un camino donde los egoísmos son excluidos y sustituidos por la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la solidaridad, la verdad y la justicia, el compartir y sufrir con los que lo pasan mal y el soportar dejaciones y persecuciones misericordiosamente.

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