martes, 23 de agosto de 2016



La vida nos enseña que todos los hombres fallamos. O dicho de otro modo, experimentamos nuestras debilidades y nos reconocemos pecadores y débiles ante los retos que la vida nos pone. En ese sentido, mentimos cuando no aplicamos la misma medida para nosotros que para con los otros.
                  
Y Jesús, el Señor, lanza palabras muy graves para estas actitudes farisaicas que impiden y levantan barreras que obstaculizan que otras personas descubran verdaderamente al Señor. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!». 

La vida  necesita ir en sintonía con las obras. Corazón y palabra deben dar como resultados obras que reflejen justicia y misericordia, y que se alimenten de la fe. Eso dejará descubrir una transparencia interior que también se podrá ver en el exterior.

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