Es de sentido común entender que si no decides apostar por
algo concreto y determinado, llegas a confundirte y a no saber qué es lo
primero en tu vida. Jesús lo deja muy claro hoy en el Evangelio: «Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a
sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo
mío.
Pero, también deja claro que, todo aquel que quiere seguirle
lo demuestra en el amor. Amor a Él sobre todas las cosas, pero también, amor al
prójimo como nos ama Él. Y eso se demuestra amando a todos aquellos que nos
rodean y se cruzan en nuestra vida, donde están incluidos padre, madre,
hermano, mujer, marido, hijos…etc.
Porque es que el Amor
a Dios es vital para que nuestra vida funcione y sea reflejo de la de Jesús en
medio de todos aquellos que conforman nuestro vida y nuestro mundo particular.
Porque sin Él todo se complica y nacen los egoísmos que nos enfrentan y
separan. Sólo su Palabra nos salva.
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