La gran diferencia entre el creyente en Jesús de Nazaret,
vencedor de la muerte, y aquello que no creen es, precisamente, que los
primeros, a pesar de que se le pueda tener miedo, tienen la esperanza de
vencerla. Mientras que los segundos ponen sus esperanza en este mundo donde la
muerte vence.
Un cristiano espera y cree en la Vida. En la Vida Eterna,
porque es de eso de lo que le habla Jesús de Nazaret. El mismo Jesús que
encontrándose con una comitiva, que iba a enterrar al hijo de una pobre viuda,
en Naím, Jesús compadecido le resucitó. Cree porque su Palabra es Palabra de
Vida Eterna y porque siempre tiene cumplimiento. Tal es así que, crucificado en
la Cruz, muerto y enterrado en el sepulcro, Resucitó al tercer día. Jesús ha
vencido a la muerte y nos promete, a los que creen en Él, resucitar nosotros
también.
Así de sencillo. Su
Palabra tiene cumplimiento. Él con su Vida nos lo ha, no sólo dicho de Palabra,
sino también con sus Obras. La última, su propia Resurrección. Por lo tanto, a
pesar de nuestras debilidades y miedos, vivimos en la esperanza de resucitar
con Él cuando se cumpla su Palabra de su segunda venida.
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